Curiosidades: Tepito y cómo se hizo una obra de arte
- Boss News
- 20 may 2017
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Para esta generación, decir «pachucos, cholos y chundos» ya no tiene ningún peso; quienes ahora corean la famosa canción de Café Tacuba son “chavitos bien” cuyas madres los llevan a un concierto en un auto recién emplacado; claro, el evento no podría ser en otro lugar que no fuese un estadio o un auditorio, nunca un patio trasero o una vieja cochera adaptada como foro underground donde los chicos van a escuchar música realmente nueva de propuestas locales. La gastada idea de que lo “naco es chido” ha logrado que ignoremos el hecho de que la marginalidad está más presente que nunca.

El pasado lunes se anunció la muerte de uno de los pilares del arte popular mexicano: Felipe Ehrenberg, fundador del colectivo Tepito Arte-Acá, cuya labor ayudó a eliminar el estigma violento que persigue a uno de los barrios más tradicionales de la Ciudad de México. A partir de este proyecto, nacieron propuestas artísticas y culturales que demostraron que el barrio era algo más que un nido de delincuencia, entre ellas la exposición de 1973 “Conozca México, visite Tepito”, que organizó el pintor Daniel Manrique en colaboración con los habitantes del llamado Barrio Bravo de la Cuauhtémoc, quienes donaron objetos personales para realizar instalaciones que reflejasen la verdadera naturaleza de la región.

De esta manera, cada uno de los movimientos que retoman a Tepito como un punto de referencia para la creación artística, han ocasionado que pase de ser un barrio popular en el que pululan la fayuca y los gritos de comerciantes, a convertirse en una obra de arte construida por cada uno de sus habitantes.
Desde la reina del albur, Lourdes Ruiz, hasta las oraciones dedicadas a la figura de la Santa Muerte, los tepiteños se han apropiado del español transformándolo en un lenguaje completamente nuevo con sus propias reglas e inflexiones. Es por ello que decir Tepito es hablar de poesía.

Los habitantes tomaron elementos del arte europeo presentado en los museos y los ofrecieron a la población a través de los muros. Al dotarlos con rasgos latinoamericanos crearon un discurso en el que, incluso hablando de arte, podías encontrar una “copia del original” en las calles de Tepito.

Al considerar que no están en posición de excluir a nada ni nadie, los tepiteños retoman todos elementos de la cultura popular para convertirlos en una cultura de “tocho morocho”.

Basta con ver la disposición de los altares dedicados a la Santa Muerte y a otros muchos santos para darnos cuenta de que Tepito tiene incluso una estética del arte sacro. Los colores sobrios le dan paso a una gama de luces y matices que en otros puntos del mundo serían inaceptables; no obstante, en el barrio son la mejor manera de honrar a quienes les brindan protección, trabajo y buena salud.
Se apropiaron de las banquetas para convertirlas en escenarios teatrales en los que, lejos de eliminar la imagen que estigmatiza al tepiteño, la retoman para mostrarle a los espectadores que no hay nada de malo en pertenecer a un barrio que se autodenomina “bravo”. Lo único que les piden es que esa bravura la usen para salir adelante de una manera digna.

Los murales pintados por artistas como Daniel Manrique son un testimonio pictórico de que la vida en este Barrio Bravo puede ser difícil; sin embargo, incluso en un escenario tan desolador marcado por la delincuencia, el narcotráfico y la piratería, no hay sueño que no se cumpla si se persigue lo suficiente.
Los murales pintados por artistas como Daniel Manrique son un testimonio pictórico de que la vida en este Barrio Bravo puede ser difícil; sin embargo, incluso en un escenario tan desolador marcado por la delincuencia, el narcotráfico y la piratería, no hay sueño que no se cumpla si se persigue lo suficiente.

Sin importar que muchos se nieguen a admitirlo, Tepito es una parte fundamental en la formación de “lo mexicano”; tanto así que es realmente difícil imaginar un México sin la presencia constante de un barrio con tanta historia y matices como éste.
Tanto impacto ha tenido la expresión artística entre los tepiteños que se vieron obligados a crear un periódico que, bajo el nombre de “El ñero en la cultura”, informa a los lugareños de todos y cada uno de los acontecimientos artísticos y culturales que suceden en las banquetas y los muros desgastados de uno de los barrios más emblemáticos de todo México.
Gracias a proyectos como el de Ehrenberg, todo México se percató de la riqueza cultural que guarda uno de los barrios más famosos de toda la república, mismo que ha sido golpeado por los prejuicios de personas que ni siquiera han pisado sus calles para sentir en carne propia las raíces de una estética que no se gestó en ningún museo o escuela sino en la sensibilidad de personas que se juegan la vida para seguir sobreviviendo a la gran ciudad.
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